30/1/08

ULTREIA



Esta es la carta de respuesta de Philippe, Padre predicador y mi padre espiritual y que tal vez muchos de uds conocen, me tomo el atrevimiento de compartir la carta de respuesta que me envío, respecto de la entrada anterior.


No puedo esperar, mi querido hermano, para decirte la alegría y la emoción que me ha provocado tu carta...


Es la historia de una vida -la tuya-, cuya verdad se asoma entre líneas; una vida consagrada a la búsqueda, a la amistad, a la belleza; una vida cuyo camino cruzó, en alguna noche de 2000, el camino de mi propia existencia, en un misterioso designio que sólo Dios conoce.


Me iluminó el corazón tu meditación, desde el silencio más profundo, y me regocijaron tus ardientes palabras: oro acrisolado y purificado en el fuego de las pruebas, por las cuales Dios quiere verificar la pureza y la firmeza de nuestra fe.


No importan la caídas, Mario Paúl, ni las horas tenebrosas en que la duda nos envuelve en sus negras alas; no importan las horas magníficas de la rebeldía en las cuales quisiéramos explicarle a Dios mismo cómo llevar el asunto; no importan los días de ardua soledad en las que sólo resuenan los latidos del propio corazón y brilla la única luz de la conciencia; no importan las batallas que pagamos al precio de nuestra sangre derramada; sólo importa una cosa: saliste victorioso de esta guerra, alzando la bandera que supiste preservar contra vientos y mareas: la sacratísima bandera de la esperanza.


No sabes cómo me enorgullece saberme tu hermano en este combate, en esta búsqueda, en esta comunión de destinos; en esta aventura que sólo permanece porque Dios mismo lo quiere, a pesar de todo, a pesar de las circunstancias, a pesar de nosotros, a menudo.


Alabado sea pues su Santo Nombre, y bendito seas tú, por haberte hecho el portavoz de un grito que surge de lo más hondo de nuestro ser e invade el campo desolado de nuestra precaria vida. "En mi debilidad, escribe san Pablo, Dios manifiesta su fuerza".


Así lo hace, para que todos sepamos que la fuerza no brota de nosotros, sino de Aquél que nos tiene preparadas, de antemano, cosas que el ojo nunca ha visto, el oído nunca ha escuchado y el corazón nunca ha imaginado.


Para mayor gloria de Dios y bajo el manto de Nuestra Señora del Claro Valle.


En la Preciosa Sangre de Cristo: Sir Philippe-Emmanuel

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